lunes, 23 de febrero de 2015

CUQUI SARASOLA

Mi amiga Cuqui Sarasola era la pija más pija de todo el barrio de Argüelles. A mí, que no tenía amigas, me repateaba bastante. Pero como nuestros padres eran colegas, no nos quedó más remedio que aceptarnos.
Coincidíamos en los cumpleaños de las niñas bien del cole, las Concepcionistas de la calle Princesa, y al final, en la adolescencia, acabamos por ser amigas.
Ella era muy guapa, alta y rubia —como yo— pero con mucho mejor tipo, más simpática y con un aplomo y seguridad en sí misma del que yo carecía.
Siempre fui de una timidez enfermiza, me acomplejaba mi altura, mi tipo y mi segundo apellido sueco.

Cuqui se casó, en los ochenta, con el hijo de un político. Tan alto, tan guapo y tan pijo como ella. Mi amiga había estudiado derecho en el CEU, siete años para acabar una carrera de cinco, pero como ella decía, "tengo el título, nadie me pregunta cuánto he tardado en sacarlo" y su papá, que era magistrado del Tribunal Supremo, la colocó en un despacho donde lo único que tenía que hacer era respetar el horario y acudir a las reuniones semanales, sin hablar mucho.

miércoles, 18 de febrero de 2015

MI NIÑO CHIQUITO


Me ha nacido un niño
y la casa,
de repente,
sin sentirlo,
se me ha llenado de lirios.

Me ha nacido un niño
y en los troncos que se queman,
alocadas,
se han levantado las llamas,
para ver más cerca,
su linda cara,
mientras bailan
y, en silencio,
le cantan una nana.

Me ha nacido un niño
y en la puerta de mi casa
ha llamado
una primavera adelantada.

Los amigos,
inconscientes,
dicen que me he vuelto loco,
de repente.

Es la locura bendita
que me regala mi niño,
mitad rosa, mitad lirio.

Miguel Villalba Herrero
18 de febrero de 1964

viernes, 13 de febrero de 2015

YO FUI ALUMNA DE RICARDO SENABRE

http://www.elcultural.es/noticias/letras/Ricardo-Senabre-la-critica-como-ensenanza/7370

En los ochenta comencé a estudiar en la universidad. Lo hice porque necesitaba una titulación para preparar unas oposiciones que jamás logré aprobar. Y me matriculé en Filología Inglesa porque ese idioma era fundamental para superarlas. El hecho de que la Facultad estuviese muy cerca de la casa en la que —entonces— vivía mi familia, fue fundamental.

Me aburrí como una mona. El nivel que yo creía que debería tener la población universitaria (y más en una carrera de letras) dejaba mucho que desear, había mucho analfabeto funcional y las clases de inglés —que eran las únicas que me interesaban— eran bastante más básicas de lo esperado. Lo único que me gustaba era que ahora podía leer “novelitas” (como decía mi padre) sin tener que esconderme en época de exámenes, porque eran obligatorias.