miércoles, 17 de diciembre de 2014

¿FELIZ? NAVIDAD

Como todos los años, la nochebuena se pasaba en casa de la madre de ellas.
Eran tres hermanas, las tres casadas y las tres con hijos.

Todos los años cenaban lo mismo, se regalaban lo mismo y hablaban de lo mismo. Mentiras piadosas para que sus padres no se preocupasen.

La mayor —profesora de literatura en un instituto del centro de Madrid— estaba hasta los cojones de su marido “el curilla”, como le llamaban sus otras hermanas. También era profesor, pero había heredado un pastizal de sus padres, unos catetos de un pueblo de Ávila, con tierras y ganado y no trabajaba. “El curilla” no podía soportar a la familia de su mujer. Los padres eran muy católicos y muy de derechas, como él, pero intuía que la pequeña —que tenía fama de zorrón— era roja y, probablemente atea, porque en el funeral del padre se pasó la mayor parte de la misa en la puerta, fumando con sus hijos, y la mediana era insoportable con ese desdén con el que trataba al resto de la humanidad, como si fuesen sus pacientes de la Seguridad Social.

jueves, 11 de diciembre de 2014

OBEDECEDERÁS A TU PADRE Y A TU MADRE

Toda su vida había obedecido. De niña sus padres le decían que hiciese lo que se esperaba de ella. Fue buena y obediente. Nunca rechistó, tampoco se le ocurrió llevar la contraria y jamás se planteó que hubiese otra forma de actuar, de vivir o de enfrentar la vida.

Durante toda su existencia había oído decir a su padre que los niños estaban para obedecer y hacer los recados. Y ella, que era la única chica de cuatro hermanos, además, tenía que ayudar a su madre en casa. Antes de ir al colegio dejaba su habitación recogida y la cama perfecta. Sus hermanos no. A mediodía ella ponía y quitaba la mesa, enjuagaba los platos que su madre había enjabonado y los secaban a medias, mientras su padre y sus hermanos miraban el telediario.

Se hizo novia del hijo del cerrajero y se casaron cuando él volvió de la mili. Ninguno de los dos había estudiado más de lo básico y marcharon a vivir a casa del padre, que era viudo. Manolo trabajaba con él y ella limpiaba por horas.
Tuvieron tres niñas. Y ella siguió obedeciendo al marido, al suegro, a sus padres, a sus hermanos y a sus hijas.
Se deslomaba limpiando escaleras por las mañanas y pisos por las tardes. Y cuando llegaba a casa tenía que seguir quitando mierda ajena, cocinando para los demás y, cuando su suegro cayó enfermo, limpiándole el culo y las babas.